Los payasos han sido desprestigiados por los recientes ataques perpetrados por insensibles individuos en diferentes partes del mundo hacia una ocupación tan ancestral. Al menos siempre nos quedará Batman, como París, ese bastión impertérrito al paso del tiempo.
Antes de hacerse popular el disfraz de payaso como macabra y pintarrajeada herramienta para asustar a la gente, muchos autores, directores y actores ya lo usaban en sus obras más horripilantes. Así crearon libros y películas aterradores, por lo terrorífico de su trama o por su espantosa manufactura que inoculaba en el espectador las ganas de construir una empalizada con tablas y clavos, pero en sus ojos en lugar de las puertas y ventanas de su residencia.